viernes, 3 de mayo de 2013

My Immortal


No logro distinguir mis lágrimas de las gotas de agua de lluvia que me mojan la cara, todo parece estar igual, pero sé que no es así.
El cielo se viste de gris para mi, llora para limpiar y el viento sopla para hacerse oír.
Camino por los calles, descalza sin rumbo fijo, con la cabeza agachada. La gente me mira, pero no es por pena o les moleste verme así, es simplemente porque soy la comidilla del mes, quizás del año.
Mi traje blanco baila al son del viento, libre y tranquilo. Lo admiro por un momento. Ten libre, sin un deber en esta vida, inmune a las palabras de la gente o sus actos, delicado, pero hermoso a la vez. Incluso a un objeto como este simple traje, la gente le presta más atención, más de la que nunca me ha prestado a mi  nadie.            
Miro mis manos, delicadas y pequeñas, están bandadas por una cinta de ceda del mismo color del traje. Observo mis pies, los cueles también están vendados.
A mi alrededor la gente se gira para mirarme: Unos se miran sin articular palabra, unos pocos cuchichean, pero la gran mayoría me miran con una expresión de indiferencia en sus rostros.
Suelto una carcajada sonora, dedicada a todo ellos, por ser tan iguales, tan increíbles, intocables. Siempre han tenido ese alguien que les ha hecho sentir ``únicos´´
-En vuestro honor, queridos.- vuelvo a reír.
El viento me agita el pelo oscuro de un lado a otro.
Sigo caminando a paso tranquilo y pausado por lo que podría ser mi propio paseo de la vergüenza, pero a estas alturas no es vergüenza lo que siento, si no rabia.
Todo parece estar en el punto de partida, todo menos mis pensamientos.
Veo la fuente del pueblo a apenas dos metros de mí, sigo caminando en dirección a ella y una vez allí me subo al bordillo mojado por la lluvia. Todos están atentos a mis movimientos para juzgarme. Me pongo de cuclillas sobre el bordillo de mármol y meto mi mano derecha en el agua. Esta fría. Meto la otra. Noto como la temperatura del agua me adormece las manos y las saco.
Y ahí está. Al final de la calle, firme e inmune al viento y al aguacero. Un piano de cola del mismo color que el carbón. Suspiro al ver a mi viejo amigo.
Me bajo de la fuente con cuidado para no caerme y salgo corriendo al lugar donde se encuentra mi amado piano.
Pronto lo tengo enfrente y no puedo evitar tocar un par de teclas para comprobar si esta correctamente afinado, y así es.
Deja de llover, el viento deja se soplar. Las nubes grises que vestían el cielo se dispersan dejando paso al sol y a su típico hermoso color azul.
EL banco de cuero esta frente al teclado así que no me lo pienso dos veces antes de sentarme frente al piano. Coloco las manos minuciosamente sobre las teclas y con suma delicadeza y movimientos muy suaves, pero seguros presiono las teclas haciendo que suene una melodía.
-Ahí va mi héroe, míralo ahí va.- Le grito a una silueta en m horizonte.
La silueta se acerca hacia el piano lentamente, lleva una chaqueta y los cristales de las gafas mojados. Un joven de grandes ojos verdes se apoya en la cola de piano y me sonríe, algo me dice que no sabe de qué va esto.
-Ahí va mi héroe, es ordinario.- digo en voz alta y clara.
Su sonrisa desaparece lentamente a la vez que toco las últimas notas de la melodía. Se pone tenso y su mirada me pide una explicación.
Todo el mundo nos observa, ahora el también forma parte de sus cuchicheos, lo sé.
Me levanto con cuidado y le dedico una mirada larga y fría.
Comienzo a caminar de nuevo hacia el cumulo de gente, sin pararme a mirar atrás.
-¡Espera!
Me giro para ver como el joven sale corriendo hacia mí, pisando los charcos del suelo con fuerza, haciendo que salpiquen a otras personas.
-Explícamelo. – Me agarra del brazo con fuerza.
-¿Verdad o consecuencia?
Sus ojos verdes se oscurecen ante aquella pregunta.
-Verdad.- dice mientras clava sus pupilas en las mías.
-Demasiado alarmante a la hora de hablarlo.
-No te entiendo.
Jeremy se da la vuelta y se aleja lentamente, mezclándose en el cumulo de gente.
-Ya conocen a mi héroe, el que pasa.